¿Cómo amar entonces sin comunicarse?
Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.
Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: «Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de ladrar?». La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: «Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano”.
Una metáfora profunda e interesante nos deja Raimundo, tiempo, esperanza, silencios.
Sólo que a veces pensamos con liviandad que el silencio es simplemente callar, no hablar.
Cuando en realidad, está plagado de sonidos para adentro.
Un beso enorme Ulysses, siempre es lindo visitarte.:-)
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♥
Gracias por traernos a Benedetti.
Salud♥s
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Si, a mi me pasa lo mismo, es como cuando aprendes un idioma de adulto, no hay manera de borrar el acento…
Salud
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Me gusta la moraleja, el hecho de que se abra un abanico tan amplio de posibilidades. Resultará curioso leer las de cada cual.
Ese final es la leche. Tanto esfuerzo y no ha dejado de ser él mismo, «humano»; sin embargo aún le piden mejorar. Mejorar, dejar de ser uno mismo…¡Qué cosas!
Saludos!!
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Ya empezaba a extrañar!!!!!!!!!!!!
Muy buen relato
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